José “Pepe” Mujica: El legado de un hombre libre

El expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, conocido mundialmente por su estilo de vida austero y su profundo pensamiento filosófico, falleció el pasado 13 de mayo de 2025 a los 89 años en Montevideo, tras enfrentar un cáncer de esófago que posteriormente hizo metástasis en el hígado. Su muerte marca el fin de una era para la política latinoamericana, dejando un legado que trasciende fronteras y que se caracterizó por combinar pragmatismo político con una visión humanista poco común entre los líderes mundiales. Mujica pasó de ser un guerrillero tupamaro y prisionero político durante 14 años a convertirse en presidente de Uruguay (2010-2015), implementando políticas progresistas que transformaron su país y captaron la atención internacional por su enfoque centrado en la felicidad humana sobre la acumulación de bienes materiales.

De joven militante a guerrillero tupamaro

José Alberto Mujica Cordano nació el 20 de mayo de 1935 en el barrio de Paso de la Arena en Montevideo, Uruguay, en el seno de una familia con ascendencia vasca e italiana. Hijo de Demetrio Mujica Terra y Lucy Cordano Giorello, creció en un entorno humilde que marcaría su visión del mundo. Tras la muerte temprana de su padre cuando apenas tenía siete años, el joven “Pepe” comenzó a trabajar vendiendo flores para ayudar económicamente a su madre, iniciando así una vida de esfuerzo que lo conectaría permanentemente con las clases trabajadoras.

Sus primeros pasos en la política fueron en el Partido Nacional (Blanco), donde llegó a ser secretario general de la Juventud, siguiendo una tradición familiar. Sin embargo, su inquietud política lo llevó a abandonar este espacio para crear, junto al Partido Socialista del Uruguay y el grupo Nuevas Bases, la Unión Popular. El contexto político uruguayo de mediados del siglo XX, marcado por crisis económicas y sociales, llevó a Mujica a radicalizar progresivamente su postura.

En 1964, en un momento de creciente polarización política en Uruguay y toda América Latina, Mujica dio un giro decisivo en su vida al integrarse al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una organización guerrillera urbana de izquierda inspirada por la Revolución Cubana. Como parte de esta organización, participó en operativos armados mientras seguía trabajando en su chacra, hasta que, perseguido por la policía, pasó a la clandestinidad.

Su trayectoria como guerrillero estuvo marcada por enfrentamientos con las fuerzas del orden. En marzo de 1970, fue gravemente herido durante un intento de captura en un bar de Montevideo, recibiendo seis impactos de bala que casi le cuestan la vida. Este episodio, que Mujica relataría años después en entrevistas, se convirtió en parte de la mitología que rodearía su figura.

Los años oscuros: prisionero de la dictadura

La vida del tupamaro Mujica cambió drásticamente tras ser capturado por las autoridades uruguayas. En total, fue apresado cuatro veces y protagonizó dos fugas espectaculares de la cárcel montevideana de Punta Carretas. La primera de estas fugas ocurrió en septiembre de 1971, cuando junto a otros 110 prisioneros, en su mayoría tupamaros, escapó a través de un túnel excavado desde el interior de la prisión hasta la sala de una casa vecina, en lo que se considera la mayor fuga de la historia uruguaya.

Sin embargo, su libertad no duró mucho. Recapturado menos de un mes después, volvería a escapar en abril de 1972, aunque finalmente fue apresado por última vez ese mismo año. Con el establecimiento de la dictadura cívico-militar en 1973, Mujica pasó a formar parte de un grupo de dirigentes tupamaros que fueron tomados como “rehenes” del régimen, bajo la amenaza de ser ejecutados si la organización retomaba las acciones armadas.

Durante este período, que duró hasta 1985, Mujica vivió en condiciones infrahumanas. Fue sometido a torturas, golpizas, descargas eléctricas y pasó 11 años en aislamiento casi total. En algunos momentos estuvo confinado en el fondo de un antiguo abrevadero de caballos vacío por más de dos años. Las condiciones de detención le provocaron graves problemas de salud física y mental, incluyendo alucinaciones auditivas y formas de paranoia. En su discurso de despedida del Senado en 2020, recordó parte de lo vivido: “Estar seis meses acostado con hambre, con frío en la espalda, por no aguantar una posición y estar ahí días o semanas; estar años sin que te llevaran a bañar y tener que hacerlo con un frío tremendo, con una taza de agua y un pañuelo”.

El retorno a la democracia y la transformación política

Con el regreso de la democracia a Uruguay, Mujica fue liberado en 1985 gracias a una amnistía. A diferencia de otros revolucionarios, decidió abrazar el sistema democrático con la misma intensidad con la que había luchado como guerrillero. En 1989, fue elegido diputado por el Frente Amplio, una coalición de izquierda que se convertiría en su hogar político, y posteriormente senador. Este cambio representó no solo una transformación personal sino también la evolución del propio MLN-T, que se integró a la vida política democrática.

En 1989, Mujica fue uno de los fundadores del Movimiento de Participación Popular (MPP), que se convertiría en un sector mayoritario dentro del Frente Amplio. Su ascenso en la política institucional continuó cuando, en 2005, fue nombrado Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca en el gobierno del presidente Tabaré Vázquez, el primer mandatario de izquierda en la historia de Uruguay.

Como ministro, Mujica aplicó políticas para impulsar la producción agropecuaria y mejorar las condiciones de los pequeños y medianos agricultores y ganaderos. A pesar de las críticas sobre su falta de preparación técnica, se rodeó de profesionales competentes como el ingeniero agrónomo Ernesto Agazzi, demostrando un pragmatismo que caracterizaría su posterior gestión presidencial.

La presidencia: un estilo único de gobernar

El 1 de marzo de 2010, José Mujica juró como presidente de Uruguay en una ceremonia en el Palacio Legislativo, donde su promesa fue tomada por su propia esposa, Lucía Topolansky, quien era entonces la primera senadora de la Nación. La ceremonia contó con la presencia de importantes figuras internacionales como Hillary Clinton, Cristina Fernández, Néstor Kirchner, Rafael Correa y Hugo Chávez, evidenciando la relevancia que su figura había adquirido en el escenario político internacional.

Una de las decisiones más simbólicas de su presidencia fue negarse a vivir en la residencia presidencial de Suárez y Reyes, optando por permanecer en su modesta chacra en la zona de Rincón del Cerro, donde se dedicaba al cultivo de flores como actividad económica. Esta decisión, que requirió mejoras de seguridad y comunicaciones en su vivienda, reflejaba su compromiso con un estilo de vida austero que lo distinguiría como “el jefe de Estado más humilde del mundo”.

Durante su mandato (2010-2015), Mujica implementó una serie de políticas progresistas que transformaron Uruguay. Entre los logros más destacados estuvieron la despenalización del aborto, la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo y la regulación del cannabis para uso recreativo. Estas medidas convirtieron a Uruguay en un país pionero en América Latina en materia de derechos civiles y políticas de drogas.

Su administración también se caracterizó por fortalecer los sindicatos y aumentar significativamente los salarios mínimos, lo que contribuyó a reducir la pobreza del 18.6% al 9.7%. El modelo económico impulsado por Mujica permitió a Uruguay mantener un crecimiento sostenido del 4% anual, incluso después de la crisis económica global de 2009, además de reducir la desigualdad y controlar la inflación.

El hombre detrás del político: austeridad y filosofía de vida

Más allá de sus políticas concretas, lo que catapultó a Mujica a la fama mundial fue su particular estilo de vida y su filosofía. Descrito como “el presidente más pobre del mundo”, donaba aproximadamente el 90% de su salario mensual de doce mil dólares a organizaciones benéficas que benefician a personas de bajos recursos y pequeños empresarios. Su viejo Volkswagen escarabajo celeste, que mantuvo hasta el final de su vida a pesar de recibir ofertas millonarias por él, se convirtió en un símbolo de su austeridad.

Mujica estaba casado desde 2005 con Lucía Topolansky, dirigente histórica del Movimiento de Participación Popular y vicepresidenta de Uruguay entre 2017 y 2020. Su relación sentimental había comenzado en 1972, durante los años de militancia tupamara, y se mantuvo hasta el fallecimiento de ella en 2025, poco antes de la muerte del propio Mujica.

La filosofía de vida de Mujica, que él mismo definió como influenciada por el estoicismo más que por el marxismo, se centraba en la sobriedad y la renuncia a lo material como forma de alcanzar la libertad. “No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad”, afirmaba. Esta visión quedó plasmada en numerosas frases que se hicieron célebres, como “Pobres no son los que tienen poco. Son los que quieren mucho”.

El Times Higher Education se refirió a él como el “presidente filósofo” en 2015, un juego de palabras con la concepción platónica del rey filósofo. Sus discursos y entrevistas, cargados de reflexiones sobre el consumismo, el sentido de la vida y la felicidad, le ganaron admiración a nivel mundial, incluso entre quienes no compartían sus ideas políticas.

Su visión crítica del mundo contemporáneo

Una característica distintiva del pensamiento de Mujica fue su crítica al consumismo y al modelo económico global. En numerosas ocasiones expresó su preocupación por un sistema que, según él, confunde el ser con el tener: “Tendemos a confundir ser con tener y creemos que lo único que vale la pena en el mundo es ser rico; y el que no es rico, fracasó”.

Para Mujica, el problema fundamental de la civilización contemporánea era su obsesión por el crecimiento económico sin considerar la felicidad humana. “El hombre moderno anda siempre apurado, porque si la economía no crece es una tragedia”, señalaba. Sin embargo, no rechazaba completamente el crecimiento económico, reconociendo su necesidad: “No se puede renunciar al crecimiento económico, porque nos da los medios para tener políticas sociales y atenuar las injusticias que el capitalismo sólo no puede resolver”.

Su preocupación por el medio ambiente también fue constante. Advertía que si toda la humanidad consumiera como un estadounidense promedio, “son imprescindibles tres planetas para poder vivir”. Esta conciencia ecológica lo llevaba a cuestionar un modelo de desarrollo insostenible: “Arrasamos las selvas verdaderas e implantamos selvas anónimas de cemento”.

En el ámbito tecnológico, Mujica mostraba inquietud por la falta de preparación humana para manejar los avances: “Un muchacho camina con una universidad en el bolsillo, si la sabe consultar, pero ese muchacho no está a la altura de la herramienta que tiene… la humanidad parece como un mono con una ametralladora”.

Respecto a la política latinoamericana, advertía sobre los riesgos de la fragmentación: “Los latinoamericanos, para el mundo que va a venir, si seguimos atomizados, estamos condenados… cuanto más desmenuzados estamos, más dominados vamos a ser”. Esta visión lo posicionaba como un defensor de la integración regional frente a los bloques de poder global.

Su legado para Uruguay y América Latina

Tras concluir su mandato presidencial en 2015, Mujica fue elegido senador nuevamente en las elecciones de 2014 y en las de 2019. Sin embargo, renunció a este último cargo el 20 de octubre de 2020, retirándose de la actividad política formal para dedicarse a la militancia popular. Hasta su fallecimiento, continuó siendo el líder del Movimiento de Participación Popular, sector mayoritario del partido político Frente Amplio.

El legado de Mujica para Uruguay incluye avances significativos en materia de derechos civiles y políticas sociales. La despenalización del aborto permitió reducir la mortalidad materna asociada a procedimientos clandestinos; la legalización del matrimonio igualitario representó un paso importante hacia la igualdad de derechos; y la regulación del cannabis estableció un modelo pionero para abordar el problema de las drogas desde una perspectiva de salud pública.

En el ámbito económico, el llamado “modelo uruguayo” combinaba desarrollo progresista con orientación socialdemócrata, permitiendo crecimiento económico sostenido junto con reducción de la pobreza y la desigualdad. Este enfoque equilibrado inspiró a otros gobiernos latinoamericanos que buscaban alternativas al neoliberalismo sin caer en extremismos ideológicos.

Pero quizás el mayor legado de Mujica sea su ejemplo ético y su capacidad para conectar con la gente común. Su estilo directo, su lenguaje accesible y su coherencia entre discurso y práctica lo convirtieron en una figura respetada incluso por sus adversarios políticos. Como él mismo decía: “La política no es un pasatiempo, no es una profesión para vivir de ella, es una pasión con el sueño de intentar construir un futuro social mejor; a los que les gusta la plata, bien lejos de la política”.

Las frases que hicieron historia

A lo largo de su vida, Mujica dejó numerosas frases que reflejan su filosofía y pensamiento. Algunas de las más recordadas incluyen:

“No se vive de nostalgias, ni de recuerdos, sino de porvenir”.

“Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer”.

“El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son”.

“La economía sucia, el narcotráfico, la estafa, el fraude y la corrupción son plagas contemporáneas cobijadas por ese antivalor, ese que sostiene que somos más felices si nos enriquecemos sea como sea”.

“Los políticos tenemos que vivir como vive la mayoría y no como vive la minoría”.

“Vivir mejor no es sólo tener más, sino que es ser más feliz”.

Sobre la legalización de las drogas, fue contundente: “Llevamos 70, 80 años reprimiendo y estamos cosechando un estupendo fracaso… yo no creo que exista a la larga otro camino que legalizar el consumo de droga, tener registrado a los consumidores… para matar el narco”.

Conclusión: un político que trascendió fronteras

La muerte de José “Pepe” Mujica representa el final de una vida extraordinaria que pasó de la lucha armada a la presidencia, de la cárcel al reconocimiento internacional. Su capacidad para evolucionar políticamente sin perder sus convicciones fundamentales lo convierte en un ejemplo poco común en el panorama político mundial.

El legado de Mujica trasciende las fronteras de Uruguay y representa una forma diferente de entender la política, centrada en valores humanos más que en ideologías rígidas. Su crítica al consumismo desenfrenado y su defensa de una vida austera pero digna son mensajes que resuenan en un mundo cada vez más desigual y ambientalmente amenazado.

Como él mismo afirmaba: “La política es la lucha por la felicidad de todos”. En tiempos de polarización y desencanto político, la figura de este expresidente floricultor que rechazó los lujos del poder para mantener su coherencia nos recuerda que otra forma de hacer política es posible. Un legado que permanecerá vivo mucho después de su partida.

La vida de José “Pepe” Mujica, desde su nacimiento en un hogar humilde hasta convertirse en presidente de Uruguay, pasando por su etapa como guerrillero, prisionero político y estadista reconocido mundialmente, encarna una de las trayectorias políticas más extraordinarias de América Latina. Su mensaje, centrado en la austeridad, la felicidad humana y la crítica al consumismo, sigue resonando en un mundo cada vez más necesitado de líderes auténticos.

En palabras del propio Mujica: “Desarrollo sin felicidad no sirve”. Este principio resume su filosofía y su legado político: la necesidad de construir sociedades donde el crecimiento económico esté al servicio del bienestar humano y no al revés. Un mensaje que, a pesar de su muerte, seguirá inspirando a generaciones futuras en América Latina y el mundo entero.